martes, 23 de octubre de 2012

ESCUDO DE CHUQUISACA

ESCUDO DE CHUQUISACA


Con una población en aumento, con su catedral en construcción, con sus iglesias de San Lázaro, Santo Domingo y La Merced, La Plata recibió un espaldarazo real en 1555, cuando Carlos V elevó su categoría de Villa a la de ciudad. Y ante la presentación de sus méritos hecha por un procurador de Lima ante el virrey, sobre los "muchos caballeros, vecinos y moradores de ella" que mantuvieron fieles al Rey, cayeron heridos y murieron luchando contra los insurgentes Gonzalo Pizarro y Francisco Hernández Girón.
El virrey Andrés Hurtado de Mendoza, Marques de Cañete, por disposición fechada el 3 de marzo de 1559, en la ciudad de los Reyes, como merced y privilegio "para aora e para siempre jamás en nombre del rey y por virtud de los reales poderes" concedió a La Plata los títulos de "ciudad insigne, muy noble y muy leal", con derecho a usar un escudo de armas
Concedido el escudo, refiere el Licenciado Pedro Ramírez del Águila, notable historiador que vivió más de 45 años en Charcas, describe en su libro "Noticias Políticas de Indias y Relación Descriptiva de la ciudad de La Plata"..."que el escudo usado por la ciudad era tal como consta en los documentos virreinales de su concesión.
Además el cronista Felipe Huaman Poma de Ayala en su famoso libros "El Primer Nueva Cónica y Buen Gobierno", suscrito en los años 1613-1614, tiene el dibujo del escudo de armas de La Plata.
La descripción del primer escudo de armas de La Plata es como sigue:
Un campo de oro partido en cuatro cuarteles, en el de mano derecha el cerro de Potosí, bermejo que es el color de sus metales, y en lo alto una cruz de oro, con cinco vetas de plata que descienden de alto a bajo: y al pie de él otro cerro pequeño, que es el Huayna Potosí, y en el él seis guairas, que se funde en ellas el metal de plata, y en cada una un indio echando metal para que se funda; los cerros en campo azul y el asiento verde, y en el cuartel de mano izquierda el cerro de Porco, y entre los cuarteles en medio, un águila imperial con corona imperial, y a los lados dos columnas en que estriba el águila con los pies; y en los otros dos cuarteles bajos, dos castillos de oro en cada cuartel en campo azul claro, y a los lados de los castillos, de la banda de afuera, dos leones en cada cuartel, el asiento verde; y en medio de uno y otro cuartel, por la raya que los parte, una mano armada que tiene una bandera blanca y en ella una cruz de Jerusalém colorada; y por orla del escudo diez cabezas cortadas en campo colorado. Son de diez tiranos, que contra la corona real se levantaron en estas provincias a las cuales la dicha ciudad a su costa los venció y cortó las cabezas.
Los leones son de color morado con uñas coloradas, los castillos son de oro. Esta versión, corresponde a Ramírez de Águila
Los españoles radicados en La Plata se vieron enfrentados por una disyuntiva ¿Secundarían a Gonzalo Pizarro en procura de seguir manteniendo a los indígenas como siervos u obedecerían las ordenanzas como fieles vasallos del Rey

Este dibujo lleva debajo la inscripción en latín EGO FULCIO COLLUMNAS EIUS (yo sostengo sus columnas), que sería la alusión a la importancia de los cerros de Potosí y Porco como sostén del Imperio de Carlos V.

El escudo debe ir pintado: "Con título y rrenombre de Ynsigne e muy leal Ciudad de La Plata", esta inscripción debe encabezar el escudo.

EL ESTANDARTE DE LA CIUDAD DE LA PLATA (*)
Primeramente que por quanto la dha. Ciudad a tomado, y tiene por Patron al Vienaventurado Atchangel San Miguel en el dho. Estandarte que assi tienen de la una parte de el, pongan, y esté la Imagen de Jesuchrisyo nuestro Señor Crusificado, y devajo las Armas Reales de Castilla y Leon del Rey nuestro Señor, y en la otra parte del Vienaventurado Arcángel San Miguel en una Cruz de Herusalem (a las otras): y debaxo las armas de la ciudad, como su excelencia lo dexara mandado efectuarse poner, y que este dho. Estandarte desde oy Vispera del Vienaventurado Arcángel San Miguel en adelante continuadas perpetuamente cada año se saque de la cassa del que al presente este año está encargado de el qual se traiga a las Casas del Cavildo acompañado de toda la jente de la Ciudad, a donde la dha. Jusª. E Regimiento lebante el Pleyto omenaje al Regidor que le hubiese tenido aquel año, y entregados del dho. Estandarte el Corregidor, si aquí estubiere, o donde no el Alcalde mas antiguo de los Vecinos encomenderos de esta dha. Ciudad lo tome en si, y en el dho. Su Cavildo le den, y entreguen al Alcalde O regidor a quien por sus Votos sigan, e como lo tiene de usso, e constumbre hubieren nombrado para que tenga el estandarte el año siguiente supuesto que los unos, y los otros hande ser Personas de calidad como en las Ordenanzas de elecciones se contiene, el qual le aya de tener, e tenga por esta orden entre tanto que su Majestad o su Excelencia en su Real nombre no danotra, y el Corregidor, o Alcalde mas antiguo tome pleyto omenaje al dicho Alteres a quien se entregara el dho. Estandarte

ESCUDO DE COCHABAMBA

HISTORIA DEL ESCUDO DE COCHABAMBA

Cochabamba es una ciudad de Bolivia, capital del departamento de Cochabamba y de la provincia de Cercado, siendo en la actualidad la tercera ciudad en importancia económica de Bolivia.[3] Se encuentra situada en el centro del país, localizada en el valle del mismo nombre en medio de la Cordillera de los Andes.
Tiene una población de 849.590 habitantes (Censo 2001) y una proyección al 2010 de 1.052.642 habitantes,[4] habiendo sido sobrepasada por la ciudad de El Alto en los últimos años, quedando en cuarto lugar en términos de población. Aún así el área metropolitana de Cochabamba llega a 1.121.98 habitantes (Censo 2001) y una proyección al 2010 de 1.649.044, perteneciendo al área metropolitana los municipios de Cercado, Sacaba, Quillacollo, Colcapirhua, Tiquipaya Vinto y sipe sipe.
Cochabamba se encuentra en tierra fértil y productiva a 2 570 m de altura. La ciudad, rodeada por campos de cultivos y valiosos vestigios preincaicos e incaicos, conserva su personalidad virreinal.

ESCUDO DE TARIJA

HISTORIA DE TARIJA

Una coraza erguida en medio de un campo solitario que encierran dos grandes ríos cuyas aguas confluyen en un punto del horizonte lejano. Sobre la coraza un casco de guerrero español y debajo la divisa de “Muy leal y muy fiel”. Tal es el simbólico escudo con que dotara a Tarija el rey Carlos III. En esa enseña tan sencilla y tan escueta está representado, con lacónica y magnífica elocuencia, el destino de la tierra de don Luis de Fuentes y Vargas. Fundada para contener las invasiones guaraníes que amenazaban a Chuquisaca y Potosí, Tarija empieza por ser un fuerte situado en el último límite de las conquistas incaicas por el sur, un nuevo jalón de los dominios de España y de la civilización cristiana, un punto de partida para la colonización de las dilatadas y misteriosas planicies del Chaco, un nexo geográfico entre las altas tierras andinas y las pampas del mediodía, un puesto de avanzada en la Audiencia de Charcas y un centinela frente a la barbarie.
Ese alto destino cumplió Tarija con valor, abnegación y denuedo. La hidalguía y la virilidad de la raza, mantenidas incólumes a través de su historia, se ponen de relieve desde los albores de su vida. Cuando los salvajes irrumpen, en oleadas sucesivas, para ahogar en sus pañales a la Villa de San Bernardo de Tarija, ésta ciñó la coraza y el casco de su escudo para repeler a las feroces hordas que, aguerridas y tenaces, ya no le dejarán sosiego y volverán cien veces al asalto, pero otras tantas morderán el polvo de la derrota al estrellarse contra el muro infranqueable que ha levantado el coraje de la raza. La lucha proseguirá obstinada y sangrienta durante más de tres siglos en que Tarija, arrostrando innumerables sacrificios, pugnando con el clima, con las fieras, los insectos, la soledad y el misterio, en una serie de audaces expediciones, llevó, con la cruz y la espada, su aliento civilizador y extendió su dominio hasta los más remotos confines. Así, con sus propios recursos, con el heroísmo de sus hijos y el fecundo sacrificio de sus misioneros, adquirió el dilatado dominio territorial que había de aportar más tarde a la  a la patria boliviana. Pasaron los años, Tarija disfrutó, por largo tiempo, de una vida apacible y patriarcal, sin sobresaltos ni temores, hasta convertirse, como dijo el poeta, en “posada acogedora que brinda el regazo de su campiña inmarcesible al viajero que trae el vértigo de la  altura o la sed ardorosa del desierto”. Pero, llegaron los días de la epopeya emancipadora; se trabó la lucha entre criollos y peninsulares y fue Tarija el “Nidito de patriotas”, como la llamó Lucas Jaimes. Abrazada por la llama de la libertad, ciñe de nuevo la coraza y el casco de su escudo y secundando el movimiento de Chuquisaca, se levanta en armas, depone a las autoridades realistas, se adhiere a la Junta de Buenos Aires y organiza su propia Junta Revolucionaria.
Surge entonces la brillante pléyade de guerrilleros, a quienes siguen las legiones campesinas, los famosos montoneros que obstruyen el avance de las fuerzas realistas hacia el sur y, uniéndose a las tropas de los ejércitos auxiliares argentinos en su marcha hacia el norte, cooperan en forma eficaz y magnífica a la causa de los patriotas. A las órdenes de Balcarce, de Belgrano, de Güemes o de Aráoz de La Madrid, combaten en Cotagaita, en Suipacha, en Huaqui, en Salta, en La Tablada; en todas partes donde es necesario brindar a la libertad la generosa sangre tarijeña. Con justicia dijo alguien que “ni Balcarce, ni Güemes, hubieran visto sus empresas militares acariciadas por el éxito si los tarijeños en brega constante no hubieran protegido sus movimientos de avance y distraído y desviado las fuerzas que los virreyes del Perú destinaron para aniquilarlos”.
Y la tierra de don Luis de Fuentes que había sido centinela avanzada de la Libertad frente a las huestes españolas y frente a la barbarie, fue también el centinela avanzado de la Libertad frente a las huestes españolas.
Al declarar el Congreso Constituyente de las Provincias del Río de la Plata que dejaba en libertad a los pueblos del Alto Perú para que dispusieran de su suerte, Tarija que había luchado como un pueblo libre y autónomo por la causa de la Independencia, resolvió con los mismos atributos, pertenecer a la República de Bolivia. Sabidas son las vicisitudes que tuvo que atravesar para hacer una realidad de esta determinación inquebrantable, pero sin amedrentarse de la fuerza y el peligro, ciñó nuevamente la coraza y el casco del escudo y se levantó en armas y depuso a las autoridades argentinas y a través del solemne plebiscito de 1826, declaró ante el mundo su libre voluntad de ser boliviana. Así, en un acto grandioso de soberanía escogió su propio destino, afirmó su derecho de autodeterminación y como dijo el estadista Tejada Sorzano, “Dio por milésima vez y ésta en forma definitiva, abrazo de solidaridad al resto del Alto Perú, ante los ojos maravillados de América. Y desde entonces nada ni nadie ha podido separarla de Bolivia”.
Tarija eligió, pues, su patria y en adelante estará siempre lista a compartir los dolores y desgracias de ella, como sus júbilos y alegrías. Se hará presente en las campañas de la Confederación Perú-Boliviana, en la guerra del Pacífico, en la del Acre y en la del Chaco. Pero ni los hechos gloriosos de su historia, ni su cariño entrañable a Bolivia, le valieron para evitar el cercenamiento de enormes y ricas regiones de su territorio, hasta ver reducido a éste a su mínima expresión. Vivió relegada en el concierto nacional, adormecida en sus románticos ensueños y haciendo en la familia boliviana el papel de pariente pobre, de quien los hermanos solamente se acuerdan en las horas de congoja o en las del sacrificio al que todos deben contribuir. Sufrió estoicamente las mutilaciones de su suelo, sin que, ni por un momento, declinara su hondo sentimiento cívico, consecuente con la divisa de “Muy leal y muy fiel”.
Mientras tanto, avanzaron las paralelas de hierro en torno a sus fronteras. Para todos los departamentos se construyeron ferrocarriles, menos para Tarija. Sólo cuando se trató de aprovechar el petróleo, única fuente de riqueza que le quedaba, para la construcción de líneas férreas a otros departamentos, se contempló, en último término, un proyecto de ramal a Tarija que no llegó nunca a construirse.
Ante esa actitud de los poderes públicos, el pueblo de Luis de Fuentes se levantó unánime para protestar contra esa injusticia que venía a coartar sus legítimas aspiraciones; ciñó otra vez, la coraza y el casco de su escudo, para emprender la lucha por sus reivindicaciones, organizó al Comité Tarija, que convocó a Cabildo Abierto y proclamó el “Estado de Alarma”, que mantuvo por muchos meses. La unidad, la disciplina y el fervor de toda la ciudadanía mostraron a ésta como digna heredera de las tradiciones heroicas de la raza; pero nuevas promesas, más enfáticas y solemnes, aplacaron la efervescencia popular y adormecieron el espíritu tarijeño, hasta que un nuevo “Comité Pro Defensa de los Intereses de Tarija” despertó al pueblo de su letargo, se sucedieron los cabildos abiertos, pero es preciso no dormirse en los laureles, porque la jornada reivindicatoria está lejos aún de terminarse y si queremos que esta tierra que nos vio nacer no se estanque en el camino del progreso y pueda ser un día el hogar feliz de nuestros hijos, debemos mantenernos erguidos y siempre listos a ceñir la coraza y el casco del escudo.

ESCUDO DE SANTA CRUZ

ESCUDO DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA

Fue el Rey de España Don Felipe IV el que expidió en Madrid el 7 de noviembre de 1636 a la Ciudad de Santa Cruz de la Sierra “Muy Noble y muy Leal”, el Escudo de Armas.

Este diseño heráldico de armas, que fue recibido en Santa Cruz por el Gobernador Don Cristóbal de Sandoval y Rojas, caballero de la orden de Santiago y consanguíneo principal del Duque de Lerma, probablemente en febrero de 1638, es el más antiguo de nuestros símbolos patrios.

Pasaron varias generaciones, antes de que fuera conocido y utilizado de manera oficial el Escudo Cruceño, probablemente por la disputa de soberanía con San Lorenzo.

Después de la guerra de la independencia, ya conformada la República, el Gobierno Central intentó asignar un nuevo escudo a la ciudad, siendo rechazado por la sociedad cruceña. El responsable de la reivindicación de este primer símbolo cruceño fue Don Gabriel René Moreno, quien se encargó de documentarlo en el año 1899.

El 12 de enero de 1985, el IV Congreso Cívico de la Cruceñidad reunido en Roboré, aprobó la Resolución de adoptar el Escudo Cruceño como símbolo Departamental. El promotor de esta noble iniciativa fue el dirigente cívico provincial Luis Mayser Ardaya. En virtud a ello, el Prefecto del Departamento y Jefe del Gobierno Departamental, Lic. Freddy Landívar Araúz, dictó el Decreto Prefectural No. 11/85 mediante el cual se aprueba “Adoptar el Escudo de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra como símbolo y emblema de todo el Departamento que lleva el mismo nombre de ésta”. (Comité Pro Santa Cruz)

SIGNIFICADO DE LOS ELEMENTOS QUE CONSTITUYEN EL ESCUDO CRUCEÑO

" El castillo y el león, signos de la monarquía; la corona ducal otorga a la ciudad un elevado rango; la cruz central, símbolo de la religión cristiana; las dos cruces más pequeñas, casi superpuestas, simbolizan la fusión de la vieja Santa Cruz de la Sierra, fundada por el Cap. Ñuflo de Chaves, y San Lorenzo el Real, pueblo donde se asentó definitivamente nuestra ciudad capital; las palmeras y el árbol ventrudo, llamado toborochi, pueden considerarse como símbolo de la hospitalidad del cruceño, pues los indígenas solían refugiarse en los troncos huecos del toborochi" (versión del Dr. Plácido Molina Mostajo, incluida en su libro "Páginas Históricas").

simbolos patrios

Escudo de armas de bolivia

El Escudo Nacional de Bolivia es de forma elíptica. En la parte superior lleva un sol naciente apareciendo detrás del Cerro de Potosí con los celajes del amanecer. En su centro el Cerro Rico de Potosí y el Cerro Menor. En la parte superior del Cerro Menor, la capilla del Sagrado Corazón de Jesús. En la parte inferior izquierda del conjunto formando por los cerros, una alpaca blanca. A su derecha, un haz de trigo y una palmera. Alrededor, el óvalo de color azul con un filete interior de color dorado. En la mitad superior del óvalo la inscripción BOLIVIA en letras de oro y en mayúsculas. En la mitad inferior del óvalo diez estrellas de cinco puntas en oro. A cada costado, tres pabellones (banderas nacionales), un cañón, dos fusiles, un hacha a la derecha y el gorro de la libertad a la izquierda. Remata el Escudo el cóndor de los Andes en actitud de levantar el vuelo. Detrás del cóndor, dos ramas entrelazadas de laurel y olivo. El laurel a la izquierda y el olivo a la derecha haciendo una corona. Cuando corresponda, el campo exterior al Escudo seá azul perlado.

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